Recursos Humanos, Ubicación 2

Un homenaje a las personas mayores de ayer y del hoy. Por la Dra. Ana Lamas

Tal vez, porque soy una persona mayor, tengo más tiempo para la reflexión y entonces afloran pinceladas de la “vida vivida”, miradas hoy, en sus diferentes matices. Y dentro de ese paisaje aparecen mis abuelitas, como cariñosamente les decía cuando era una niña, luciendo el pelo blanco, con rodete sostenido con peinetas y horquillas, anteojos redonditos, siempre con vestido oscuro largo tipo batón y zapatos negros abotinados. Sus salidas eran a misa y a mi casa. Se dedicaban todo el día a los quehaceres domésticos y a los maridos. Parecían “viejitas” y así eran tratadas. Tenían la misma edad que hoy yo tengo.  Claro, pero con otro estilo y otro espacio público. Ahora se luce el cabello suelto semi largo, jean con zapatillas o vestido con stilletos de cualquier color. Completan la nueva paleta de colores salidas al restaurante, al teatro, viajes por el mundo y “picaditos con los nietos”. El trabajo y el ocio recreativo están tan presentes como antes, pero también con algunas variantes, el lavado con lavarropas, por supuesto, la cocina con la última tecnología y la limpieza con aspiradoras robóticas.

Esa experiencia personal la sumo a otra, a lo que nos enseñaban en la escuela sobre la ancianidad como se les llamaba por entonces, a los “up 60”. Por ejemplo, leíamos sobre el “Ostracismo y muerte de San Martin”.  Como si el héroe de Los Andes se hubiera radicado en Francia solo para entretener a su nietita. Cuando estudié historia en la Universidad constaté que de ninguna manera San Martín se había retirado de la esfera pública; al contrario, trabajó activamente con su pluma y su palabra para consolidar la independencia. Esa imagen dulce de la vejez pero que implícitamente contenía la de decadencia, contrasta con las palabras que representan un nuevo enfoque del adulto mayor, expresadas por Facundo Cabral, allá por el 2006, en el tema: “Me dijeron por ahí”:

…En la India milenaria, de los viejos aprendí, que solo aquel que ha vivido, tiene derecho a morir.

Por eso espero que cuando llegue el día de mi muerte, me encuentre, totalmente vivo…

Es cierto que no existe una sola vejez, y que mi relato se circunscribe a aquellos adultos mayores que cuentan con los recursos como para vivir de manera digna. Justamente esta reflexión busca visibilizar los problemas para motivar el trabajo encaminado al bienestar de todo el grupo incluyéndolos como protagonistas de su existencia y con las necesidades satisfechas.

¿Por qué traer estas historias hoy?  Porque el 14 de diciembre de 1990, la Asamblea General de las Naciones Unidas, a través de la resolución 45/106, designó el 1 de octubre Día Internacional de las Personas de Edad. Y durante el presente mes, se invita en diversas partes del mundo, a homenajes y celebraciones. Las estadísticas de la ONU indican que entre 1950 y 2010, la esperanza de vida aumentó en todo el mundo en unos 20 años más. Se estima que durante las 3 décadas venideras el número aumentará al doble.

Las personas mayores próceres o simples ciudadanos de a pie fueron tratadas en general, como “viejitos” “abuelitos” “ancianos sexagenarios” o enfermos, con una connotación peyorativa. Gracias al aporte de organismos internacionales, gubernamentales y a la ciencia sobre todo la biología, la psicología y la sociología se está instituyendo un nuevo paradigma en donde se reemplazan esos términos usados con connotación despectiva, por el de adulto o persona mayor asociado a la conservación de su autonomía y al bienestar físico psicológico, social y funcional. Aun cuando, no hay una vejez, sino vejeces que transitaron ciclos de distinta manera con condicionamientos y fragilidades no iguales, se pueden señalar algunas cuestiones a mejorar válidas para todo el colectivo social.

En esa línea y en este mes vale la pena detenerse para destacar ese período de la vida bastante relegado y advertir cómo es el tratamiento cotidiano en el ámbito social. Y lo primero que observamos es que no todas las áreas del quehacer humano han internalizado las nuevas miradas. En ciertos casos, se los trata usando el término abuelo, aunque no aplique a la situación, tal vez, creyendo hacer un ejercicio del respeto que merecen y en otros casos simplemente por costumbre se lo toma como descartable o se lo representa como jubilado poco útil. Es así como los “viejos” pueden percibirse tal como los otros lo ven, produciéndose el fenómeno conocido como “profecía autocumplida” o efecto Pigmalión[1].

Esto es, las personas mayores terminan por comportarse como personas inferiores frente al resto de la humanidad a partir de los significados que le atribuyen los demás. Lejos de mostrarse como protagonistas de su propia existencia internalizan los estereotipos de pensamiento, los prejuicios afectivos que se concretan en acciones de discriminación. Y entonces esas creencias empujan a la persona mayor a percibirse como una carga social. Es cierto, que los hay con fragilidad física y/o mental y/o social y/o funcional pero no es un tema exclusivo de la edad, las fuerzas físicas pueden decaer, pero la actividad del pensamiento crítico puede aumentar. Las nuevas miradas apuntan a fortalecer el protagonismo adulto en las mismas o en otras áreas antes no exploradas.

Hoy sabemos que la persona mayor puede contribuir con su sabiduría en el trabajo, en la familia, en la vida social al mismo tiempo que transmitir esperanza luminosa con otros proyectos de vida vinculados a la colaboración, al autocuidado, al disfrute. Sin olvidar que la capacidad para aprender continuamente se mantiene, pero necesita que se le agregue la capacidad para desaprender viejos modelos internalizados que limitan. Por eso celebro este mes del adulto mayor para que la muerte nos encuentre bien vivos.


Ana María Lamas
Lic. en Ciencias de la Educación (UBA) y Dra. en Filosofía Y Educación con reconocimiento “Cum Laude”. Especialista en Ciencias Sociales y Educación a Distancia.
Docente y directiva en el nivel secundario y universitario. Dictó cursos y seminarios sobre su especialidad en Argentina, América y Europa. Publicó artículos en revistas científicas en el país y en el extranjero.
Escribió libros académicos y de divulgación científica referidos a educación, nuevas tecnologías, juego y trabajo. Emprendió la creación y luego la gestión de una radioeducativa escolar, movida por la percepción del poder educador de los medios de comunicación.
Ha recibido el Premio a la Excelencia Educativa otorgado por la Federación de Cámaras de Comercio del Mercosur. Actualmente es profesora en Maestrías en UCES y Directora de la Lic. en Periodismo de Universidad Maimónides

[1]  El efecto Pigmalión se conoce como la influencia que una persona puede ejercer sobre otra, basada en la imagen que esta tiene de ella.  Sus creencias podrán influir en el rendimiento del otro, de esta manera se buscará que sus expectativas sean ciertas y se hagan realidad con conductas que tiendan a confirmarlas. Este efecto también se conoce con el nombre de «profecía autocumplida», y así haremos todo lo posible para que aquello que consideramos o creemos que sucederá se haga realidad. Fuente: https://www.psicoadapta.es/blog/que-es-el-efecto-pigmalion/

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