Reservorio, Salud, Ubicación 2

¿ A que deberíamos llamar tarea esencial ?. Por Jorge Potente

Unos de los temas más polémicos en cuestiones sindicales en la Argentina es si es correcto suponer que determinados trabajos sean esenciales, debido a que actividades al ser calificadas de este modo da lugar a la limitación del ejercicio de uno de los derechos fundamentales de nuestra Carta Magna, el derecho de huelga.(1)

La argumentación es básicamente que una huelga por parte de trabajadores de servicios esenciales implica que la sociedad sufra un perjuicio por un conflicto que les sería ajeno. 

Es decir que se restringe a algunos trabajadores el libre ejercicio de un derecho que gozan los demás ciudadanos trabajadores, y esa limitación es por una causa de interés general. “Dicho esquema argumental se cimenta, empero, sobre una falacia inicial, cual es, considerar que el derecho de huelga expresa un interés –inexorablemente- contrapuesto al interés general” (2) 

O dicho de otra manera, que algunos ciudadanos vean restringido el derecho de recibir un servicio es de interés público, pero el ejercicio de los derechos laborales de otro grupo de ciudadanos no sería algo de interés público….!?

En síntesis, y a través de distintas normas se fueron fijando algunas actividades como esenciales ya que su interrupción implicaría un peligro o grave perjuicio a los integrantes de una parte de la sociedad. En un análisis estricto solo se ajustarían a este concepto las actividades de servicios hospitales, y abastecimiento de agua, de electricidad, y obviamente la seguridad, el control de fronteras, el control de tráfico aéreo. Pero a menudo distintos gobernantes ha buscado incorporar al listado otras actividades como método para frenar sindicatos combativos.

El tema del derecho de huelga sin duda dará lugar a futuros artículos específicos, sin embargo en este trabajo me enfocaré en un nuevo significado que cobró el concepto de esencialidad, destinado a algo totalmente distinto al de limitar el ejercicio del derecho a huelga (Aunque uno nunca se sabe…..)

Lo esencial en la anormalidad

No hay dudas que la Pandemia es algo que puso al mundo en una situación que obligó a la toma de decisiones extraordinarias y, cuya oportunidad y efectividad serán temas a debatir por muchos años.

En la Argentina una de las primeras medidas para enfrentar al coronavirus fue decretar el  Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio en el territorio Argentino, que en sus fundamentos expresa que “la velocidad en el agravamiento de la situación epidemiológica a escala internacional, requiere la adopción de medidas inmediatas para hacer frente a esta emergencia” (3) 

En términos prácticos significó que muchos argentinos no pudieran trabajar o circular a voluntad. Sin embargo en ese mismo decreto el Poder Ejecutivo de la Nación exceptúa de ese asilamiento a la población afectada a la realización de actividades y servicios declarados “esenciales en la emergencia”, los que si estaban autorizados para realizar sus tareas y podían circular (aunque limitados al traslado para el cumplimiento de esas tareas). 

Sería tedioso mencionar las tareas y oficios especificados en esta y otras normas complementarias, pero en definitiva significó un espectro mucho más amplio que el considerado esencial en tiempos de normalidad. Se incluían actividades tales como personal de supermercados, comercios e industrias ligadas a la alimentación, higiene personal y limpieza; a los del sistema bancario y financiero, los del transporte público de pasajeros, transporte de mercaderías, petróleo, combustibles; y hasta algunos más llamativos como repartos de alimentos domiciliarios, ferreterías y veterinarias, entre otros.

Esta situación según el cristal con que se lo observó, recibió distintas lecturas. 

Quienes estaban obligados a cumplir con el aislamiento vieron a estos trabajadores como privilegiados ya que podían circular y continuar trabajando durante un largo período de casi total cierre de las actividades.

Pero a su vez estos trabajadores tenían derecho de sentirse “perjudicados” ya que fueron obligados a salir de la seguridad de sus casas para exponerse al contagio del Covid-19 en aras nuevamente del interés general. 

No olvidemos que el propio decreto fundamentaba “Que, toda vez que no se cuenta con un tratamiento antiviral efectivo, ni con vacunas que prevengan el virus, las medidas de aislamiento y distanciamiento social obligatorio revisten un rol de vital importancia” (4)

Sobre este punto, los medios periodísticos han difundido el contagio y muchas veces fallecimiento de trabajadores esenciales, en especial destacaron a médicos, enfermeros, y por supuesto de sus propios colegas de los medios. 

Pero es preciso mencionar que también hubo muertes por contagios en otros trabajadores esenciales como trabajadores bancarios, o de medios de transportes (solo a manera de ejemplo cito profesiones con decesos de los que tengo conocimiento). 

Surge la esperanza y la discusión

En el mes de diciembre del año 2020 y ante un prometedor avance en los ensayos clínicos en humanos de las distintas vacunas desarrolladas en el mundo; el Gobierno Nacional oportunamente difundió un plan estratégico, en el que previó el establecimiento de un orden de prioridad, para la distribución de las dosis de vacunas conforme estas fueran autorizadas y provistas. Y entre los grupos poblacionales se propuso a las distintas jurisdicciones dar prioridad a los trabajadores esenciales. (5)

En la práctica hubo jurisdicciones (como la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) que hicieron su propia interpretación de la norma, estableciendo sus propios ordenes de prelación, aunque es menester reconocer que aún estos “díscolos” no dudaron en priorizar la vacunación de los trabajadores de la sanidad y de la seguridad, socialmente vistos como la primera línea de fuego en esta guerra contra un mortal enemigo invisible.

Hacia el mes de mayo del año 2021, el plan de vacunación ya estaba en marcha siguiendo el esquema previsto. Y es en ese momento cuando dirigentes de organizaciones barriales denunciaron el fallecimiento por coronavirus de colaboradores que se desempeñaban en comedores populares, motivo por el cual, reclamaron que estos voluntarios fueran también inoculados en forma prioritaria debido a que, aunque no figuraban dentro del listado oficial, sus tareas también tenían el carácter de esenciales. (6)

El reclamo en sí, y la posterior respuesta por parte del gobierno destinando las dosis necesarias para inocular a 70.000 personas con tareas en algunos de los 12.000 comedores comunitarios, generó una gran polémica y airadas muestras de indignación en algunos medios periodísticos, y también, de algunos “influencers” (esa rémora seudo periodística que, en general, se destaca por un ascendente inversamente proporcional a su inteligencia). El argumento en general fue que se trató de un acuerdo “non sancto” contrario al orden establecido en el decreto del año anterior.

En ningún momento contemplaron que debían ser vacunadas no solo por su propia protección al estar expuestas a lugares de mayor riesgo sanitario, sino porque además al estar en contacto con cientos de personas, esas mismas voluntarias podrían ser responsables de disparar contagios masivos de coronavirus entre esa población (hablamos potencialmente de millones de personas), las que uno a priori puede suponer, poseen un mayor riesgo de salud, en parte por las propias deficiencias de alimentación, y en parte porque son desocupados o son trabajadores informales, por lo que tienen un menor acceso a los servicios de salud y un casi nulo acceso a planes médicos preventivos.

Si bien esa discusión se ha vuelto obsoleta conforme avanzaron los planes de vacunación y el acceso a las mismas se volvió más factible, de hecho al publicarse estas líneas ya se aplicaron unos 30 millones de dosis, a mi modesto entender, creo que el planteo efectuado merece ser discutido, ya que incluye aspectos no siempre examinados. 

¿Qué deberíamos considerar esencial?

Como mencionara anteriormente es procedente discutir, deberían ser o no considerados esenciales, mas allá esta circunstancial vacunación.

Mi intención es solo proponer algunas líneas que creo importantes el tener presente a la hora que abordemos esta discusión que a mi modo de ver excede a casos puntuales de las organizaciones populares e involucra también a cualquier otra organización que brinde asistencia, tales como Cáritas Argentina, Red Solidaria, etcétera.

Muchos de los argumentos tal vez les resulten muy evidentes, sin embargo no siempre son contemplados por los formadores de opinión y por la ciudadanía en general.

1- Obviamente, no son trabajadores

Para comenzar dejaré en claro (para evitar discusiones estériles) que si bien se los menciona como trabajadores sociales, para la ley argentina no pueden ser considerados “trabajadores”. Ya que habrá contrato de trabajo “siempre que una persona física se obligue a realizar actos, ejecutar obras o prestar servicios en favor de la otra y bajo la dependencia de ésta, durante un período determinado o indeterminado de tiempo, mediante el pago de una remuneración.” (7)

Sin ser un letrado, puedo deducir que en esos comedores barriales no existen los elementos claves para tal relación. Es decir, no existe un empleador que asuma el compromiso del pago de una retribución por el trabajo realizado; y tampoco se evidencia que ese organizador de la tarea tenga la intención propia de un empresario que es la de obtener un beneficio económico por ese trabajo. Sobre esto último dejemos de lado las suspicacias de intereses “clientelistas” sobre los que trataré más adelante.

Aunque si se decidiera tratarlos como trabajadores, debemos recordar que la doctrina de la organización Internacional del Trabajo es la de considerar exclusivamente esenciales aquellos servicios cuya interrupción podría poner en peligro la vida, la seguridad o salud de las personas, en todo o en parte de la población. Y el Interrumpir un comedor comunitario sin dudas pone en peligro la salud y la vida de una gran parte de la población.

2- La única verdad es la realidad. 

Digámoslo sin amagues. Tal vez usted estimado lector, al igual que yo, nos resulta desconocido el irnos a dormir con hambre, (salvo cuando cumplimos con un régimen de adelgazamiento). 

Sin embargo, para muchos otros seres humanos, el vivir con hambre es algo cotidiano y cuya solución les resulta inalcanzable. Alrededor del mundo, hay personas que padecen de desnutrición crónica. Y esto en los niños es especialmente dramático, ya que tiene consecuencias irreversibles en su salud y en el desarrollo físico y mental, reduciendo su esperanza de vida, volviéndolos más proclives a enfermedades, disminuyendo su capacidad intelectual y de aprendizaje, y en definitiva, condenándolos a un futuro sin esperanzas. El niño desnutrido de hoy será indefectiblemente el adulto pobre de mañana.

Millones de personas (aquí y en todo el mundo) sobreviven en la mayor de las pobrezas, y dependen de un ejército de voluntarios que reúnen alimentos, los que luego en parroquias, clubes, escuelas o simplemente en el patio de una casa, los transforman en comidas que distribuyen mediante raciones entre sus vecinos indigentes.

Y más allá de que exista alguna organización que pueda ayudarles (gubernamental, religiosa o política) en general es algo que nace y se organiza desde el interior de esas barriadas. Son simples vecinas y vecinos, quienes dan el puntapié inicial, que aportan su esfuerzo, su energía y hasta sus propias ollas, agrupándose bajo la premisa de que ningún vecino se quede sin un plato de comida. 

3 – El rol de la mujer. 

Es indudable que en los merenderos y comedores populares se destaca el rol de la mujer. Si bien hay participación masculina, son mayoritariamente las mujeres las que organizan habitualmente estas comidas comunitarias, muchas de ellas son madres (incluso suelen ser cabezas de hogar). Ellas son las que asumen el riesgo de exponerse, por ejemplo en medio de una epidemia, impulsadas por el afán de cuidar a los más pobres y necesitados de su comunidad. 

Sin dudas es oportuno recordar que las funciones de “cocinar” o la de “servir” (ni que hablar del lavar platos y trastes) han sido vistas durante milenios como “naturales” de la mujer. De hecho a menudo seguramente seguirán presentes en estos lugares, algunas formas de relación patriarcales como, por ejemplo que muchas antes de participar socialmente, deben cumplir en sus hogares con las labores que históricamente se les han asignado por ser mujeres.

Sin embargo estas iniciativas brindan la oportunidad de desarrollar un aprendizaje social que ayude a discutir la perspectiva de género en estos estratos socioeconómicos donde los roles se encuentran muy asentados. En muchos casos estas iniciativas producen una resignificado de ese rol tradicional del cuidado y la crianza para dar lugar a nuevos roles de mujeres líderes sociales. 

4- Es necesario dejar de lado los prejuicios

Existe en una parte de la sociedad la certeza de que el que va a un comedor popular es un haragán que no se esfuerza “como nosotros” ganándose el pan como “Dios manda” ¿En verdad cree el lector de estas líneas, que esos seres humanos “disfrutan el formar fila junto con sus familias, a la intemperie, con frio y bajo la lluvia para poder recibir una ración de comida? 

Para quienes así piensen, lógicamente estos voluntarios de las ollas populares serán entonces algo así como meros cómplices de la vagancia, o peor aún, operadores de intereses espurios que buscan mantener a la gente en esa pobreza de subsistencia.

Emparentado a este concepto, una parte de nuestra sociedad está convencida que estas ollas comunitarias son títeres o victimas de políticos demagogos a quienes se acusa de buscar beneficiarse manteniendo a la población en una pobreza dependiente, como parte de prácticas clientelistas que asegurarían lealtades partidarias. Ni siquiera la acción de la iglesia está exenta de suspicacias

Más allá de que puedan existir casos que permitan suponer una manipulación con fines partidarios, en verdad el reducir las “ollas populares” a solo eso, es cuanto menos un insensible hacia miles de personas necesitadas que concurren a ellas, como así también es un injusto agravio hacia miles de personas que genuinamente dan lo mejor de sí para ayudar al prójimo.

5- No sé qué es peor….¿demonizar o romantizar?

Si bien muchos sentimos la tentación de exaltar la idea de “un pueblo que ayuda al pueblo” son los propios participantes quienes en el fondo reprueban ese concepto. Ellos son conscientes que la olla popular es “un manotazo de ahogado”. Nadie va a la olla pensando que los va a salvar, por el contrario lo ven como algo que solo les permitirá sobrevivir un día más.

Que el hambre obligue a alguien a pedir comida, es algo lamentable y su existencia solo se justifica en un momento de una grave crisis; sin embargo todos, incluso los involucrados, deseamos que estas ollas populares desaparezcan tan pronto como sea posible.

Pero para que esto ocurra se requiere erradicar las causas profundas que originan esa pobreza, algo que escapa de las posibilidades de estos actores sociales. La dinámica histórica nos demuestra que la pobreza y las ollas populares crecieron y se volvieron habituales, conforme se volvieron recurrentes las crisis económicas, los períodos inflacionarios, las políticas de destrucción de los puestos de trabajo, y todos aquellos eventos que han contribuido a destruir la economía de un país que tenía todo para ser otra cosa. 

Argentina como mencionara en un artículo anterior, se comporta como un péndulo (hallazgo metafórico del recordado ingeniero Marcelo Diamand) y por la lucha entre dos corrientes antagónicas, nuestro país ha oscilado entre períodos de bonanzas seguidos de brutales ajustes y luego de cada oscilación más personas se cayeron del sistema.

6- Un mundo sin personas descartables 

Nuestro Santo Padre Papa Francisco dio claras señales sobre estas cuestiones: “En este marco se comprende el pedido de Jesús a sus discípulos: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mc 6,37), lo cual implica tanto la cooperación para resolver las causas estructurales de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los pobres, como los gestos más simples y cotidianos de solidaridad ante las miserias muy concretas que encontramos. La palabra «solidaridad» está un poco desgastada y a veces se la interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos.”(8)

El texto es muy claro, de ninguna manera se buscar eternizar estas personas en ese status quo, por el contrario debemos involucrarnos en la búsqueda de formas para promover el desarrollo de estas personas, algo en lo que debemos ocuparnos todos como comunidad organizada, pero mientras tanto y ante el hambre que se evidencia ante nuestros ojos las sagradas escrituras dicen «¡Dadles vosotros de comer!» 

Como bien señala el Santo Padre, en un mundo en donde abundan las inequidades, cada vez más personas son consideradas descartables. Y quienes nos sentimos parte de la familia humana debemos hacer gestos que demuestren que nos reconocemos como integrantes de una única familia, cuyo destino solo tiene sentido si es para todos, sin descartar a ninguno.

Una breve conclusión

Estas organizaciones, son indudablemente un gesto a contramano del individualismo que se señorea por el mundo, y merecen ser reconocidas por todos nosotros al menos como un símbolo de solidaridad entre iguales.

Además si bien es habitual hablar de la pobreza, no siempre la sociedad toma verdadera conciencia de la gravedad de esta situación. Es preciso dejar de lado declamaciones para pasar a la obtención de consensos que eliminen la exclusión y logren la igualdad social. 

Es preciso elaborar una verdadera política consensuada que exceda lo meramente asistencialista para apuntar también al desarrollo de estas personas, y poner negro sobre blanco lo que como sociedad opinamos sobre el tema, y que nos haga tomar conciencia de cuanto nos identificamos con estas personas, y de cuanto los estigmatizamos.

Es necesario dejar de lado esa ideología estereotipada y prejuiciosa que nos conduce a separar a los seres humanos en categorías, ya sea por su poder adquisitivo, por su color de piel, por su condición social, religiosa o económica, porque si no nos desprendemos de ellos seguiremos situando a quienes no cumplen con esos “requisitos” en los márgenes de “nuestra sociedad”,…o como dice el Papa, viéndolos como si fueran seres descartables.

No existiendo una solución rápida y definitiva para las causas que originan la pobreza y el hambre, y en pos de lograr estos consensos mencionados, ¿no podríamos comenzar por valorar socialmente las tareas de estos voluntarios que se ocupan de asistir a los más necesitados? ¿No cree usted que al menos merecen que dediquemos unos minutos en pensar seriamente si el alimentar a esas personas es esencial para nuestra comunidad? 

Tal vez podamos así algún día entender que para esta comunidad, todos somos esenciales.

Referencias

  1. Artículo 14 bis incorporado por la reforma de 1957 de Nuestra Constitución Nacional “….Queda garantizado a los gremios: concertar convenios colectivos de trabajo; recurrir a la conciliación y al arbitraje; el derecho de huelga.” 
  1. Extraído de “La huelga en los servicios esenciales* Por José E. Tribuzio. Pueden obtener una copia de este interesante trabajo por el Servidor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. http://www.derecho.uba.ar/academica/derecho-abierto/archivos/curso-cidct-C2P2-03-4-la-huelga-DERECHO-COLECTIVO-GARCIA-MATERIAL-1.pdf

3- Decreto 297/2020 Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio enumeró las tareas consideradas esenciales, lo que luego fue parcialmente modificado por normas y decisiones complementarias como el Decreto Nº 641/2020 que dicta el Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio por ejemplo.

4- Cita textual de uno de los considerandos del Decreto 297/2020

5- “Plan Estratégico Para La Vacunación Contra la Covid-19 en la República Argentina” 23 de diciembre 2020 https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/coronavirus-vacuna-plan-estrategico-vacunacion-covid-19-diciembre-2020.pdf 

6- En realidad el reclamo se venía gestando desde marzo de 2021, pero el disparador en mayo de 2021 fueron los fallecimientos de Teodora Olloa (59 años cocinera del merendero Juana Azurduy) y Lourdes Huarachi (63 años del merendero de la villa 20 del barrio de Lugano) acaecidos justamente 1 año después de la primera muerte entre estas voluntarias: Ramona Medina (comedores comunitarios del Barrio San Martin de la Villa 31)

7-  Artículo 21 de la Ley de Contrato de Trabajo – Ley 20.744

8- Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium del Santo Padre Francisco publicada el 24 de noviembre de 2013

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