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Estrategias comunicacionales entre la violencia y el acuerdo. Por la Dra. Ana Lamas.

Hay sonidos universales que no necesitan traducción. Escuchar a Piazzolla en este año del centenario de su nacimiento, es disfrutar y compartir una diferente cadencia musical tanguera; de la misma manera; comprender las divergentes palabras de profesionales, trabajadores y políticos, es en definitiva una manera de valorar la apertura a un diálogo social. En el extremo hay ruidos universales que no necesitan traducción es el estruendo de la guerra que enmudece, duele sin corcheas o palabras y en definitiva acaba con las ilusiones de grandes y chicos, de ejércitos y personas, independientemente de quien sea el ganador temporario.

Si la guerra es la continuación de la política por otros medios como lo expresó el General von Clausewitz en el siglo XIX ¿podría ser la palabra la continuación de la música por otro medio?  Y si esto fuera así ¿podría esa palabra sustituir las armas frente a las diferencias humanas? Si logramos argumentar en forma convincente que el consenso como estrategia comunicacional evita la violencia y la guerra maximizando la palabra y su musicalidad, habremos logrado el objetivo que persigue este artículo.

Propongo reflexionar a “lo Piazzolla”. Su arriesgada partitura musical, en ocasiones, incomprendida, y su prudente exilio podría inducirnos a pensar que a veces, las palabras y los silencios son más efectivos que las armas.  La estrategia como el “arte de la guerra”, casi siempre constituye la comunicación física y agresiva de la codicia o dominación y podría ser reemplazada por la estrategia como “arte del consenso” en tanto comunicación física o digital del altruismo y el acuerdo.  

Es cierto que ese punto de vista requiere un aprendizaje de convivencia social en las diferencias, que sin negarlas busque la producción de tratados o puntos en común temporales y abiertos a revisión permanente y eviten las palabras que agreden y descalifiquen. Y no es menos cierto que es más fácil escribirlo que lograrlo. Sin embargo, eso no invalida que sigamos confiando en la palabra como Luther King, Mandela o Ghandi.

Desde que el ser humano nace busca asociarse en comunidades que desarrollan un dispositivo de reglas, a las que cada nuevo integrante debe ir conociendo y apropiándose para lograr entendimientos. Tan así es, que el hombre despliega el lenguaje oral como estrategia comunicacional para el entendimiento, y constituye así, la base para la subsistencia y para una economía doméstica de colaboración. Con el tiempo y por efecto de tecnologías rudimentarias -evaluadas con los ojos del siglo digital- se usó el lenguaje escrito como estrategia de comunicación política y cultural para la conservación de la memoria colectiva.  Memoria que no cabría en la mente de una sola persona.

No obstante, la codicia del poder, del tener más propiedad territorial, de dominar y someter a otros, obnubiló el acuerdo tácito de subsistencia y memoria colectiva y condujo a estrategias que le permitieron al hombre manipular, engañar, defraudar, chantajear, dominar, eliminar, matar, guerrear. Para restablecer el entendimiento ha sido y es necesario una discusión que garantice la igualdad de oportunidades dialógicas y sobre esa base, entonces sería posible edificar y gestionar una política de Estado, de acuerdos de base ética. En lugar de expresar ideales de justicia, de erradicación de la pobreza, de libertad como grandes narrativas utópicas de la modernidad sería necesario atender a los procedimientos de acción que, advirtiendo la opresión o la injusticia, tal como lo expresó Amartya Sen premio Nobel de Economía, se trabaje en la reparación con más y más acciones concretas de justicia y equidad; con más y más diálogo y acercamiento.

El “arte del consenso” no es el resultado de una inspiración o de una iluminación fortuita o de algún talento humano especial. Como arte resulta del conocimiento, de la práctica de la observación, de una exuberante motivación y de un trabajo artesanal de negociación de significados, que en este caso no busca un impacto estético sino puntos en común desde donde partir para una saludable vida social. El consenso, como opción elegida, parece teñida de un exagerado optimismo, en un contexto impregnado de conflictos híbridos y confrontaciones físicas y simbólicas.

Lo práctico y lo ético constituyen las bases del razonamiento reparador del daño y del consenso como estrategia comunicacional. Algo se puede desprender de esta reflexión. Es un hecho comprobable que la estrategia comunicacional de acuerdos está atravesada por desacuerdos pero en lugar de centrar las acciones en la queja y la crítica de los errores se pretende, sin negarlos, y a través de la musicalidad del lenguaje; elevar la comunicación y la acción social en redes sociales físicas y digitales, como la más alta condición humana expresada en praxis social. Y mientras exista la palabra y la estrategia para comunicarla siempre existirá la posibilidad del consenso que continué en la música y perdure en el tiempo como Piazzolla.

Ana María Lamas
Lic. en Ciencias de la Educación (UBA) y Dra. en Filosofía Y Educación con reconocimiento “Cum Laude”. Especialista en Ciencias Sociales y Educación a Distancia.
Docente y directiva en el nivel secundario y universitario. Dictó cursos y seminarios sobre su especialidad en Argentina, América y Europa. Publicó artículos en revistas científicas en el país y en el extranjero.
Escribió libros académicos y de divulgación científica referidos a educación, nuevas tecnologías, juego y trabajo. Emprendió la creación y luego la gestión de una radio educativa escolar, movida por la percepción del poder educador de los medios de comunicación.
Ha recibido el Premio a la Excelencia Educativa otorgado por la Federación de Cámaras de Comercio del Mercosur. Actualmente es profesora en Maestrías en UCES y Directora de la Lic. en Periodismo de
 Universidad Maimónides

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